Gurdjieff dijo algo extraño y paradójico: que lo último que
abandonamos los seres humanos es el sufrimiento. ¿Podría tener razón en
eso? Y si es así, ¿por qué?
En primer lugar, nuestro sufrimiento nos es conocido. Es algo que
conocemos y por lo tanto nos parece más seguro que una situación
desconocida. Tal vez tememos que si renunciamos a nuestra marca personal
de sufrimiento ocupará su lugar alguna forma nueva y peor. El segundo
motivo podría ser más importante, y no hay que desestimarlo. Gran parte
de nuestra identidad viene de aferramos a nuestro sufrimiento, de las
quejas, las tensiones, los conflictos,
las acusaciones, el drama, las racionalizaciones, las proyecciones,
las justificaciones, y de la «energía» que todo esto nos da. Incluso
podríamos decir que es la raíz de nuestra personalidad. Si desapareciera
nuestro sufrimiento con todo lo que lo rodea, ¿quiénes seríamos?
Si no nos ocurriera nada malo tendríamos que enfrentar el miedo de
estar solos en el presente, y responsabilizarnos de nosotros mismos;
tendríamos que estar dispuestos a tomar decisiones y ocuparnos de
llevarlas a cabo; no habría más acusaciones, no más historias sobre el
pasado, no más proyectos sobre el futuro; seríamos simplemente seres
humanos vivos frente al vasto misterio de la existencia. En realidad,
seríamos simplemente lo que ya somos, sólo que lo
reconoceríamos totalmente y viviríamos conformes a esa verdad.
Mientras no lleguemos a una total comprensión de nosotros mismos, la
personalidad seguirá hasta cierto grado. Es importante saber que nos
ocurrirá eso; si no, podemos desalentarnos y renunciar. Si perseveramos y
continuamos estando presentes, aun sabiendo que vamos a dormirnos
repetidamente, la situación cambiará. Con el tiempo, nuestra esencia
surgirá con más frecuencia. Con cada despertar se nos revela algo nuevo,
hasta que cambia todo el
cuadro. Gurdjieff enseñaba que el proceso se parece a ir añadiendo
sal a un vaso de agua: parece que no ocurre nada durante un largo rato,
hasta que de pronto se llega al punto de saturación y se forma un
cristal nuevo en el agua.
Si nos negamos a estar pasivos ante los mecanismos de la personalidad
nos abrimos a la gracia divina que anhela estar activa en nosotros.
Cuando nuestro ser reúne fuerzas estamos más dispuestos a renunciar al
sufrimiento innecesario y a tomar más conciencia del asombroso don de la
vida. En resumen, en la medida en que nos desprendamos de nuestros
aferramientos y de los sufrimientos que los acompañan, nos abrimos a
nuestra capacidad para la dicha y la vida misma.
Una vez que entramos en este estado comprendemos la inmensa poesía de
la mística: el viaje se parece menos un esfuerzo y más a estar
enamorados.
En realidad, los sufíes describen el viaje como un retorno al ser
amado. Nada en la vida puede satisfacernos si no hemos abierto el
corazón a nuestra verdadera naturaleza, pero si lo hemos abierto todo
nos satisface.
Entonces experimentamos el mundo como una expresión del amor infinito…
Queridas memorias de sufrimiento…… las reconozco....las acepto.......
Lo Siento….Perdóname ……Te Amo….Gracias…..
Las suelto, Las dejo ir!!!
Gracias por haber compartido conmigo este tramo en que necesité esa
lección…Gracias por haber compartido conmigo ese aprendizaje…..
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